Por esta razón, un equipo de investigadores del University College of London, en Reino Unido, han trabajado en el análisis de esta capacidad de adaptación de nuestro cerebro con la idea de crear prótesis que los usuarios puedan utilizar de forma natural.

Para ello, han desarrollado una prótesis de pulgar fabricada con impresora 3D que se maneja con el pie y han monitorizado a un grupo de personas que la han estado utilizando durante varias semanas.

Estas personas han avanzado en el uso de la prótesis, siendo capaces de realizar cada vez un mayor número de tareas y, sobre todo, logrando una mayor naturalidad en el uso de este tercer pulgar que el cerebro cada vez reconocía más como propio del cuerpo, en vez de como un añadido externo.

En estos casos el tercer pulgar no trabajaba como un remplazo a un miembro perdido, sino que los usuarios lo utilizaban como un dedo adicional, con el objetivo de mejorar la capacidad de maniobrar con esa mano.

La idea es facilitar, por ejemplo, que las personas con discapacidad que sólo tengan una mano puedan hacer una mayor cantidad de tareas con esa extremidad.

Y, sobre todo, que el uso de extremidades artificiales se haga de una forma más natural y que el cerebro lo pueda asimilar como una parte más del cuerpo.